Desencuentro

No voy a hablar de la canción, ni del tango (que también es una canción, diréis, pero por distinguirlo de la anterior...). Tampoco voy a contar nada sobre desencuentros entre personas, que me rodean más de lo que quisiera últimamente.

No es la primera vez y, aunque dicen que a la tercera va la vencida, creo que no lo voy a comprobar. En este caso (en la segunda vez) solo había un tren, el tren, pero la que no estaba donde tenía que estar (o donde debía haber estado un minuto antes) era yo. No se que cara puse exactamente, porque no me la podía ver, pero debió ser un poema, por la forma en que vino a “consolarme” el mozo de estación (y porque ir corriendo pensando que llegas, cuando de repente te das cuenta de que el tren está andando y no lo vas a coger es para que a cualquiera se le ponga cara de gili por lo menos).

Y para eso me levanto yo a las 5 de la mañana. Y para eso casi me llevo por delante a un señor de verde con tricornio que me pedía insistentemente que redujese la velocidad del coche (todavía espero que no llegue una multa por ello).

Afortunadamente, aunque un poco más tarde de lo deseado, algo más nerviosa de lo que ya estaba, cogiendo más trenes y dando más vuelta de la que debía, conseguí llegar a mi destino.

Obviamente, entre esa estación y yo existe un perenne desencuentro. Para la próxima, la evitaré.