Y después de un fin de semana inolvidable… ¿qué se puede decir?...
Gracias!!!
Pese a los pronósticos, no llovió (incluso hizo buen tiempo), la casa donde se celebró el evento era genial y estaba justo al lado del mirador de San Nicolás, en pleno Albaicín… con un patio para nosotros solitos y tres apartamentos completos.
A pesar de las bajas, nos juntamos el viernes 26 personas. Cenamos comida árabe, repartimos regalitos varios a cambio de vuestras muy originales invitaciones (una jirafa verde, unos calentadores, un limón, unos pantis rosas o unos legins verdes…), mil risas mandando notas varias de amor y no amor…
por cierto, todavía me quedan unas cuantas anónimas que resolver, como por ejemplo: “Esta noche cumplo tus deseos sólo tienes que saber quién soy”… o “menudo culito que tienes hoy! Ten cuidado con los ataques”… o “Estoy de acuerdo con la primera nota que recibiste. Analízame la letra y lo que tú quieras”.
Y ¡ese triángulo del mal! Jejeje… haciendo que la mensajera del amor “temporizara” las notas para que no se supiera de quienes eran.
Me río releyendo las que tenía guardadas en mi cumple-kit (gracias Lara por hacerlos!!!).
Y terminamos la noche de juerga en el Camborio, con unas vistas de
El sábado se fueron unos y vinieron otros, con lo que nos encontramos comiendo pollo asado con patatas, 23 personas. Recibí un regalo estupendo para continuar con mi aficción a la fotografía: un super trípode!!!
Gracias a todos por eso también.
Mientras la liberá y yo nos recorrimos el Albaicín poniendo las pistas del “Albaicín Express”, se formaron los cinco equipos participantes: Malafollá, Farfollas, Pollas en Ollas, Puntas de Polla y
No se vosotros, pero yo me lo pasé en grande viéndoos buscar pistas, descubrir sitios, correr, haceros fotos originales, fotos bonitas y otras, inolvidables:
Nadie perdió y por ello todos tuvieron su recompensa… al menos en forma de experiencia! Porque los premios que os di no eran para valorar vuestro esfuerzo (no hubiera sido posible), si no para que tuvierais un recuerdo más.
Despedimos a los que se iban a ver a Extremoduro y nos quedamos peleando fervientemente entre nosotros para poder expulsar a los hombres lobo de nuestra aldea… o matar a
Pausa para comer hasta la saciedad esas pizzas 8 familiares que nos trajeron los simpáticos pizzeros hasta el mismísimo salón… no pudimos con todo lo que habíamos pedido, pero al día siguiente vino genial para un desayuno post-resaka.
Jugamos a las llaves del convento, procurando no caer en la risa fácil y metimos mil cosas en una maleta:
“En mi maleta llevo vodka, una onda, cerveza, ron, un yoyó, un dado, un cubilete, un hombro, una lentilla y
… mmm”
¡y otro chupito de vodka!
Y los más osados acabaron la noche con una partida de mus justo antes de amanecer, incluso con el cambio de hora.
El domingo, después de repartir lo que había sobrado:
nos despedimos de los que aguantaron delante de unas tapas y dijimos adiós con alguna que otra lágrima en los ojos… y es que es duro no veros todo lo a menudo que querría, sobre todo después de pasar momentos que se quedan tan dentro.
Me gusta pensar que, cuando sales de fiesta, hay que irse en la cumbre de la diversión, porque así te llevas lo mejor de ese momento; porque así no dejas que llegue la decadencia que lo enturbie. En este caso todo ha sido “la cumbre” y me llevo lo mejor de cada uno de los momentos que habéis hecho posibles.
No podría haber pedido un “último” cumpleaños mejor.
Gracias.
Os quiero.
H